Esta trepidante y fabulosa colección te encontrarás de cara con las grandes batallas registradas en la historia de la humanidad, aquellas que derribaron imperios, frenaron invasiones, hicieron triunfar revoluciones y forjaron el mundo moderno tal y como lo conocemos.
Las Termópilas
Dada la desigualdad de fuerzas, finalmente los griegos decidieron esperar al inmenso ejército persa en el desfiladero de las Termópilas, un paso estrecho que da entrada natural a la Grecia continental desde el norte y que se sitúa a 150 kilómetros de Atenas. Atrapado entre el monte Calidromo y el mar, este paso angosto permitía anular la efectividad de la temida caballería persa, que le concedía gran superioridad en campo abierto. La elección estaba perfectamente argumentada.
El desfiladero tenía tres puntos particularmente estrechos. Además del escogido finalmente, la Puerta Central, existían también la Puerta Oriental y la Puerta Occidental, que eran pasos incluso más angostos, pero no cerrados por paredes de tanto desnivel. En la Puerta Central, además, había un antiguo muro que los focenses habían construido para defenderse de sus enemigos del norte, los tesalios, y que ahora Leónidas reconstruiría ante la inminente batalla. Si los dos ejércitos se encontraban en un paso tan constreñido, las líneas de cada oleada ofensiva serían iguales en número de efectivos.
Por lo demás, los persas eran muy buenos arqueros, pero los hoplitas (soldados de infantería pesada) de Esparta eran superiores en la lucha cuerpo a cuerpo, gracias a su formación y al buen material bélico de bronce que usaban, así como a lanzas de mayor longitud.
Se desconoce si el plan griego para este enfrentamiento pasaba por soñar con la victoria o simplemente por retrasar lo más posible la invasión. Pero el caso es que sirvió para esto último, de modo que los griegos pudieron dar a su flota el tiempo necesario para organizar la escuadra que venció al mes siguiente en la batalla de Salamina.
Era una misión plena de sentido, aunque suicida para sus protagonistas. Hoy se estima que Leónidas contaba con unos siete mil hombres, mientras que Jerjes disponía de unos doscientos mil, como mínimo. La expedición persa no vio la necesidad de ocultar sus planes. De hecho, preparó la invasión en masa al descubierto. Tanto mejor si el enemigo se sometía acobardado, sin presentar batalla.
Así, el ejército de Jerjes estableció depósitos de alimentos, forraje y equipamiento militar a lo largo de la ruta que unía Asia Menor con la península helénica, en la costa del Egeo, en Tracia y en Macedonia. La flota que secundaba la invasión también estaba preparada para el combate. El clima prebélico empapaba toda la región.
Por su parte, Leónidas contó en su alianza con Atenas, con otras ciudades-estado de la Grecia central y con algunas islas. Hubo lugares que se negaron a presentar batalla, como Tesalia, el primer pueblo con quien se encontrarían los persas después de cruzar Tracia y Macedonia. La verdad era que cientos de ciudades griegas ya habían manifestado su intención de rendirse a la causa de los invasores por razones estratégicas.
En el siglo V a. C. no existía una noción étnica o patriótica que abarcara el conjunto de Grecia, y cada polis tenía una política exterior propia. Otros factores que explicarían lo reducido del contingente helénico fueron la percepción de una derrota casi segura y la coincidencia de la invasión con fechas señaladas. En primer lugar, la festividad religiosa de las Carneas, que las tribus dorias (los espartanos eran dorios) dedicaban a Apolo Carneo, y, por otro lado, la celebración de los Juegos Olímpicos Panhelénicos, un encuentro deportivo y espiritual celebrado cada cuatro años y que implicaba la tregua entre unos estados griegos que tendían a luchar entre sí.
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