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jueves, 25 de mayo de 2023

LEYENDA TEMPLARÍA

(Siruela, Badajoz)

Perdido en los confines de la Siberia extremeña, al oeste de la provincia de Badajoz, se encuentra el pequeño pueblo de Siruela que fue propiedad de la Orden del Temple. A la salida del mismo estaba el castillo de los caballeros templarios, del que hoy día solo quedan dos muros ruinosos que las gentes del lugar conocen como “Los paredones”






Sobre estas ruinas existe una leyenda, fuertemente arraigada entre los habitantes del pueblo, que la transmiten de generación en generación, aunque vivan muy lejos del hogar de sus mayores.

Leyenda de “los Paredones”
Cuentan que en los sótanos del castillo había un tesoro singular: un carnero de oro, el cual estaba custodiado por dos princesas moras encantadas por los caballeros templarios, las cuales se cuidaban de que nadie violase el secreto del lugar. Estaban acompañadas por un gato negro, dotados de mágicos poderes, los cuales consistían en convertir en piedra al que lo mirase a los ojos.

Para llegar al tesoro es preciso encontrar primero un pozo, bajar por él y una vez en el fondo apretar, o girar, una rueda santiguándose al tiempo que se dice el siguiente conjuro:
“Moras manjanas, por Dios y la Virgen que la puerta se abra, que el gato se duerma y yo vuelva a casa”

Muchos vecinos de Siruela han intentado, casi constantemente, encontrar el tesoro excavando al pie de “Los Paredones” y en los alrededores, junto al manantial que allí nace, afortunadamente sin encontrar nada y por tanto sin quedar convertidos en piedra.

Las que no tuvieron tanta suerte fueron las dos princesas moras pues un día se enamoraron ambas de un guapo mozo que andaba por allí pastoreando sus rebaños. Pelearon primero entre sí por ver para quién había de ser el mozo, mas se pusieron luego de acuerdo en que ambas intentarían conquistarlo, pero seria el quien elegiría aquella con la que había que casarse. Entonces, cada vez que lo veían por allí se le acercaban zalameras obsequiándole diversos regalos, que si una piedra blanca que al llegar a su casa se convertía en oro, que si un vaso de agua que luego resultaba ser oro líquido, que si un zurrón nuevo que finalmente volvía convertido sus hilos en hilos de oro.
Hasta que un día el mozo no se decidía, aunque el muy pícaro no dudaba en aceptar cuantos regalos le hacían, las princesas moras acordaron escaparse con el carnero de oro y entregarlo al objeto de sus amores para que les aceptase a las dos. Lo malo es que no contaban con el gato negro, el cual les salió al paso cuando iban a subir la escalera del pozo, cargadas con el tesoro, y mirándolas fijamente las dejó convertidas en piedra.

Muchos dicen que los dos paredones, que dan nombre al lugar, son en realidad las dos princesas moras transformadas así por el gato y que el manantial, que nace junto a las ruinas, se formó por el llanto de las dos princesas moras encantadas.

Y como bien nos explica Rafael Alarcón Herrera, …“Lo más destacado de esta leyenda, aparte de los datos habituales, estriba en la fórmula mágica destinada a hacer girar la rueda que abriría la última puerta. Al igual que en la fórmula empleada en la leyenda de Benavente (Zamora), aparece la referencia a las xanas en ese apelativo de “moras manjanas”, de anjanas, que es igual a anxanas, que es igual que xanas, y por si fuera poco en el hecho de que las moras encantadas hicieran nacer un manantial, copiando en esto a su pariente de Sotofermoso (Caceres)”...

Fuente: Rafael Alarcón Herrera, “La otra España del Temple”

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