Cuando llega la Cuaresma, cada vez que el sacerdote o el diácono dice “flectamus genua” cuando se está cantando la misa, todos los hermanos que no están enfermos deberían arrodillarse, y cuando dice “levate” deberían levantarse.
El primer viernes de Cuaresma, tan pronto como se han dicho los maitines, el sacerdote y el clérigo deberían dar comienzo a los siete salmos penitenciales (Salmos 6,31,50,101,129 y 152), y mientras se están diciendo los siete salmos, todos los hermanos deberían estar de pie; excepto al final de cada salmo, cuando se dice “gloria patri”, y entonces cada hermano debería arrodillarse y levantarse inmediatamente. Y cuando han terminado los siete salmos, el sacerdote y el clérigo deberían iniciar la letanía y recitarla toda ella sin levantar la voz, con todas las plegarias que son adecuadas; y mientras tanto, los hermanos deberían postrarse y escuchar ese oficio con gran devoción. Y estos siete salmos y esta letanía deberían ser dichos de esa manera cada día hasta el miércoles de la Semana Santa, si no ocurre que sea una fiesta de nueve lecciones, y cada día los hermanos deberían hacer como se ha dicho antes.
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