EL TRASLADO AL TEMPLO DE SALOMÓN:
El Rey Balduino I, había asentado su palacio en una Mezquita, que se había construido sobre la ruinas del Templo de Salomón y los Pobres compañero de Cristo ocupaban un patio contiguo.
Siguiendo la cita de Jacobo de Vitry:
Algunos caballeros, elegidos por Dios y ordenados a su servicio, renunciaron al siglo y se consagraron a Cristo.
Mediante solemnes votos pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los salteadores y los ladrones, a proteger los caminos y a servir en la caballería al Rey Soberano.
Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares.
Sus jefes eran dos hombres venerables: Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer.
En un principio, quienes tomaron tan santa decisión eran solamente nueve y durante 9 años sirvieron con ropas de seglar y se vistieron con lo que los fieles les dieron en limosna.
El Rey, sus caballeros y el señor Patriarca se compadecieron de aquellos nobles hombres que habían abandonado todo por Cristo y les concedieron algunas propiedades y beneficios para atender sus necesidades y las de las almas de los donante.
Y como no tenían Iglesia o vivienda que les perteneciera, el rey los alojo en su palacio, cerca del templo del Señor.
El Abad y los canónigos regulares del templo les dieron, para las necesidades de su servicio, un terreno no lejos del palacio: por ese motivo se les llamó más tarde Templarios.
Varios años antes del reafirme de Jerusalén en 1099, un grupo de caballeros había actuado como guías y protectores de los cristianos que peregrinaban a través de las tierras santas.
Esos Caballeros vivieron en una hostería cerca del Templo de Salomón en Jerusalén en el momento de la Primera Cruzada.
De ellos, cuyos nombres eran Hughes de Payns y Godofredo de Saint Omer, nace la idea de incorporar a los caballeros formalmente como un orden en 1119, tomaron el nombre de Orden de los pobres Caballeros de Cristo, pero fueron conocidos mas popularmente como Los Caballeros del Templo de Salomón o Los Caballeros Templarios.
Desde su nacimiento, la Orden tuvo un fin militar Oficialmente, por lo que la Orden se diferenciaba a este respecto de las otras dos grandes órdenes religiosas del siglo XII los Caballeros de San Juan de Jerusalén y los Caballeros Teutónicos, fundadas como instituciones de caridad.
La Orden fue reconocida formalmente por la Iglesia en el Concilio de Troyes en 1128, y San Bernardo de Claraval, el clérigo más influyente de la época, fue comisionado para escribir los reglamentos por la que ellos se debían regir.
San Bernardo tomó la causa del Templarios con entusiasmo, y Hughes de Payns fue el primer Gran Amo de la Orden.
La austeridad noble de los Templarios contrastó fuertemente con el lujo, vanidad, codicia y violencia de los caballeros seculares.
La idea de los monjes-caballeros militares se recibió con gran entusiasmo.
Un grupo de Templarios recorrió Francia e Inglaterra para reclutar a los miembros, y también para solicitar regalos de dinero y propiedad para que la Orden pudiera apoyar sus actividades militares en la Tierra Santa.
La Orden Templaria estaba encabezada por un gran maestre (con rango de príncipe), por debajo del cual existían tres rangos: caballeros, capellanes y sargentos.
Los primeros eran los miembros preponderantes y los únicos a los que se les permitía llevar la característica vestimenta de la Orden, formada por un manto blanco con una gran cruz latina de color rojo en su espalda.
Su servicio defendiendo el reino Cristiano de Jerusalén era distinguido, aunque un poco estropeado por sus malas relaciones con los Hospitalarios, que por el año 1240 se habían deteriorado a tal magnitud que caballeros de las dos Órdenes, algunas veces llegaban a pelear abiertamente en las calles de Acre.
Invirtieron grandes sumas de dinero en la construcción de una cadena de castillos masivamente fortificados, algunos de los cuales nunca fue capturado por el enemigo, pero fueron abandonados cuando los caballeros se retiraron de Palestina en 1291.
Varios años antes del reafirme de Jerusalén en 1099, un grupo de caballeros había actuado como guías y protectores de los cristianos que peregrinaban a través de las tierras santas.
Esos Caballeros vivieron en una hostería cerca del Templo de Salomón en Jerusalén en el momento de la Primer Cruzada.
De ellos, cuyos nombres eran Hughes de Payns y Godofredo de Saint Omer, nace la idea de incorporar a los caballeros formalmente como un orden en 1119, tomaron el nombre de Orden de los pobres Caballeros de Cristo, pero fueron conocidos más popularmente como Los Caballeros del Templo de Salomón o Los Caballeros Templarios.
Desde su nacimiento la Orden, se diferenciaba a este respecto de las otras dos grandes órdenes religiosas del siglo XII los Caballeros de San Juan de Jerusalén y los Caballeros Teutónicos, fundadas como instituciones de caridad.
La Orden fue reconocido formalmente por la Iglesia en el Concilio de Troyes en 1128, y San Bernardo de Claraval, el clérigo más influyente de la época, fue comisionado para escribir los reglamentos por la que ellos se debían regir.
San Bernardo tomó la causa del Templarios con entusiasmo, y Hughes de Payns fue el primer Gran Amo de la Orden.
Fueron famosos por la ferocidad en la lucha.
Después de la Batalla desastrosa de Hattin en 1187, Saladín tomó a prisionero aproximadamente 200 Templarios y Hospitalarios, incluyendo a ambos Grandes maestres, y dio orden de ejecutar a todos.
Con Jerusalén en manos de los musulmanes su cuartel general se localizó sucesivamente, en Antioquía, Acre, Cesárea y por último en Chipre.
Como los Caballeros Templarios enviaban regularmente dinero y suministros desde Europa a Palestina, desarrollaron un eficiente sistema bancario en el que los gobernantes y la nobleza de Europa acabaron por confiar.
Se convirtieron gradualmente en los banqueros de gran parte de Europa.
Y lograron debido a esto y a la exención del pago de impuestos y diezmos (no estaban sujeto a la ley secular, y sólo respondían al Papa), amasar una considerable inmensa fortuna.
En 1307, sin embargo, el Rey Felipe IV se quiso adueñar de esa inmensa riqueza. Él y su canciller, Guillermo de Nogaret, confabularon para acusar a los Templarios de herejía y abolir la Orden.
Esto fue hecho; en 1307, todos los Templarios Franceses, incluido el gran maestre de la Orden, el francés “Jaques de Molay”, fueron arrestados (sólo trece escaparon) y se les "interrogó" bajo martirios, torturas y las amenazas de morir quemados en la hoguera.
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