La historia de una batalla naval en aguas gallegas donde se recuperaron tesoros saqueados en la Costa da Morte
En la Europa medieval se creía que el contacto con los restos de los santos tenía propiedades sanadoras y espirituales. De ahí que se desarrollara un intenso tráfico de reliquias en el que no faltaron los casos de fraude, llegando a extremos disparatados. En la actualidad, entre otras, se veneran 63 dedos y 16 cráneos de San Juan Bautista, tres cordones umbilicales y 600 dientes de Jesucristo, cientos de litros de leche de la Virgen María, un estornudo del Espíritu Santo y un suspiro de San José. Entre aquellos que se volvían locos con las reliquias se encontraba una de las órdenes militares católicas más poderosas de todos los tiempos: La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, los Templarios. Y entre todas las reliquias que poseyeron a lo largo de sus casi 200 años de vida se encontraba una extraordinaria pieza que trajeron a Galicia, donde le erigieron un santuario, y que siglos más tarde una flota francesa profanó. Esta es la historia la Batalla Naval de Muros, la primera batalla naval moderna del Atlántico, y en donde Francia fue humillada tras robar el brazo de plata de San Guillermo de Fisterra.
Guillermo I de Tolosa nacía en el año 750 y poco se sabe de su infancia o de su lugar de nacimiento en algún lugar del territorio francés. Su nombre vuelve a aparecer en la historia como Conde de la ciudad de Toulouse cuando, en el año 793, los sarracenos invaden Francia.
Guillermo reunió un fabuloso ejército con el que consiguió derrotar a los árabes y expulsarlos. Además, en el año 801 colaboró en la reconquista de Barcelona. Durante estos años de luchas, ni reyes, ni príncipes, ni nobles, ni caballeros apoyaban a Guillermo, ya que creían que los cristianos nada tenían que hacer frente a los árabes.
Regresó a su patria para reconstruir su tierra tras la destrucción que la guerra había dejado tras de sí. El Emperador Carlomagno le recompensó con el título de Duque de Aquitania y quiso darle otros terrenos por su heroica lucha, pero él se negó: "No quiero honores, ya que nada más cumplí con mi deber. Como los árabes han sido definitivamente rechazados de nuestras tierras, quiero ponerme ahora la armadura de Dios". Guillermo fundó una abadía en el año 804, San Salvador de Gellone, y allí se retiró con otros monjes en el año 806. Durante su retiro plantó viñas, fundó una extraordinaria biblioteca y enriqueció su iglesia con multitud de reliquias como un trozo de la cruz de Jesucristo, hasta que el 28 de mayo de 812 fallecía.
Guillermo fue canonizado por el Papa Alejandro II y su festividad es muy celebrada en Francia y Alemania. Sus proezas le convirtieron en uno de los héroes de la épica francesa, y su ejemplo consiguió que, en la época de las Cruzadas, muchos nobles europeos dejaran su familia y su patria para luchar y morir en Tierra Santa.
Los Templarios, aquella legendaria Orden de monjes guerreros, estaban habituados a reunir reliquias de santos por su “poder” divino, para atraer a nuevos aspirantes y para recibir donaciones. Por ese motivo en el año 1151, el abad de San Salvador de Gellone, donde Guillermo estaba enterrado, hizo entrega a la Orden del Temple de un extraordinario y poderoso regalo: Un relicario de plata con uno de los brazos de San Guillermo.
No se sabe exactamente por qué, pero los Templarios trajeron a Galicia esa magnífica reliquia entre los años 1154 y 1199 y levantaron en el fin del mundo conocido, “Fisterra”, un santuario en su honor, que se convirtió en el destino de una legendaria peregrinación que hacían sus miembros. Tanto la capilla como la peregrinación fue registrada en varios textos foráneos en los que se hablaba tanto de Fisterra como de su santo.
Pero a partir de 1543, 231 años después de la disolución de la Orden del Temple, el brazo guarnecido en plata fue robado, y la capilla fue abandonada y olvidada. Pero los culpables de aquella situación recibieron su castigo.
España e Inglaterra estaban en guerra contra Francia, y ese mismo año el rey francés, Francisco I, encargó al Vicealmirante De Burye armar una flota para atacar a los españoles.
Para evitarlo, el Emperador Carlos I envió al Cantábrico al Capitán General de las galeras de España, Alvaro de Bazán “el Viejo”, para disponer de una escuadra e impedir el ataque francés. Álvaro designó Laredo como base principal y formó una flota de 40 naves de las que 24 tuvieron que zarpar para escoltar a varios convoyes de tropas.
La flota francesa, formada por 30 buques y al mando de Jean de Clamorgan, el mejor marino francés de su época, y con el pirata argelino Hallebarde como segundo al mando, pasaba por aguas de Laredo el 10 de julio de 1543 sin percatarse de la presencia de la escuadra española. Bazán no podía intervenir porque aún no había recibido los refuerzos que había solicitado tras quedarse sin parte de sus navíos, así que los dejó pasar.
Pocos días después varios emisarios le hicieron llegar las noticias del saqueo de las villas gallegas de Laxe, Corcubión y Fisterra. En la costa gallega no había tropas para hacerles frente porque el Gobernador había decidido internarse en Santiago de Compostela en previsión de que los franceses intentaran hacerse con el tesoro de la Catedral.
Los refuerzos llegarían a Laredo con el último mensaje recibido, el 18 de julio. Alvaro de Bazán partía inmediatamente a toda velocidad. Mientras se abrían paso a través de la costa gallega iban reconociendo los posibles lugares en los que se podría haber escondido la escuadra enemiga, hasta que una lancha a remo procedente de Noia se acercó al buque insignia de la flota para informarles de que los franceses estaban en la Ría de Muros, dispuestos a atacar la villa.
Era el 25 de julio, Día del Apóstol, y Álvaro arengó a los suyos con una célebre frase: “¡Señores, España no puede perder una batalla en tan señalado día! ¡Sin refuerzos y en inferioridad numérica nos batiremos y ganaremos!”.
Jean de Clamorgan negociaba con los vecinos de Muros un rescate bajo amenaza de saquear la localidad como ya había hecho con Fisterra o Laxe. Pedía 12.000 ducados, mostrando un comportamiento más propio de un pirata que de un soldado. Pero, en medio de las negociaciones, 16 barcos españoles irrumpían en la ría a toda vela. Los pilotos eran de la zona y por tanto no tuvieron problemas en enfilar rumbos precisos y veloces contra los incrédulos franceses.
La flota enemiga estaba fondeada y ante la sorpresa de ver aparecer a toda velocidad a los españoles trataron de cortar los cabos de sus anclas para poder plantar batalla. Pero no lo consiguieron.
Bazán se les echó encima a todo trapo, directo a por la nave insignia francesa, que embistió por el centro mandándola a pique inmediatamente, tras lo cual abordó la nave del corsario Hallebarde, capturándola.
La conocida como Batalla de Muros duró dos horas. Los españoles no perdieron ni un solo barco, aunque sí a 300 soldados. Provocaron 3.000 bajas francesas y capturaron 23 buques, más el que enviaron a pique, y otro que logró escapar. Los buques capturados fueron llevados al puerto de A Coruña, donde se desembarcó un botín de 200.000 ducados que se clasificó y devolvió a sus legítimos propietarios.
Álvaro de Bazán lamentó que, con el hundimiento del buque insignia francés, se hubiera ido al fondo del mar la mayor parte del botín saqueado en Laxe, Corcubión y Fisterra. El brazo de plata de San Guillermo estaba entre ese botín, por lo que no podría ganarse ya el favor del santo devolviéndolo a su santuario. Así que decidió agradecer a Santiago la ayuda por la victoria. Para ello acudió a la Catedral, donde fue recibido como un héroe, con su parte del botín capturado para ser entregado como donativo.
El 19 de enero de 1901, una comisión de vecinos de Fisterra se dirigió al Prelado de la Diócesis con la petición de restaurar la antigua capilla de San Guillermo, pero su solicitud fue denegada. Hay que recordar que la Orden del Temple fue disuelta por el Papa, y que la capilla parece que fue erigida sobre un sepulcro pagano del Siglo VII. Todos estas “razones” quizá podrían explicar la negativa de la iglesia a reconstruirla.
Jean de Clamorgan, el mejor marino francés de su tiempo, se retiró para siempre a sus posesiones, donde escribió un libro sobre la caza del lobo. Su buque insignia sigue en el fondo del mar con el brazo de San Guillermo en su interior, dentro de su relicario de plata, y se desconoce su posición y su estado.
La Batalla de Muros pasó a la historia como la primera batalla naval moderna del Atlántico y en ella participó un joven marino que aún no había cumplido los 18 años y que pronto sería conocido como el mejor Almirante de la Armada Española de todos los tiempos, el Márques de Santa Cruz, el legendario Álvaro de Bazán y Guzmán, el que nunca fue derrotado.
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