El Maestre era el soberano, aunque en asuntos de gravedad debía someter su decisión al Capítulo, en cuyo cuerpo sólo tenía un voto. Los símbolos jerárquicos eran el bastón o ábaco y el látigo o vara. Algunos han querido ver en el bastón a la unidad de medida. Con el Maestre iba el estandarte o bausana, compuesto por los colores blanco y negro.
Ilustración de Jacques de Molay |
Era la bandera de combate que indicaba dónde se encontraba el Maestre. Cometen grave error los textos que hablan de Gran Maestre, pues en ningún momento tal cargo existió en el Temple, ni se hace referencia al mismo en parte alguna de las Reglas. En toda la historia del Temple, casi dos siglos, hubo veintidós Maestres, muriendo siete de ellos en campaña (32%), lo que da una idea de la naturaleza de los hombres que ocupaban ese cargo. El último de ellos, Jacques de Molay lo hizo en la hoguera en París.
El Gran Consejo, compuesto por 13 miembros elegía al Gran Maestre. El Consejo se constituía de esta manera: el Senescal y el Mariscal escogían otros dos Hermanos para componer el primer núcleo. Los cuatro escogían otros dos y eran seis. Los seis otros dos y eran ocho, los ocho dos más y eran diez, los diez otros dos para reunir el número de los Apóstoles. De los doce, ocho debían ser caballeros -de nuevo ocho- y cuatro escuderos y en conjunto elegían al Capellán -decimotercer miembro- que representaba a Cristo.
El Gran Consejo procedía entonces a nombrar de la nómina al Gran Maestre. Y el Senescal una vez elegido le decía: «Hermano, ¿prometes ser obediente cada día de tu vida al convento, conservar las buenas costumbres de la casa y garantizar el buen uso de sus bienes?» Entonces, cantando el Te Déum los electores tomaban en sus brazos al Gran Maestre recién elegido y lo llevaban triunfalmente dentro de la capilla para presentarlo ante Dios. El Senescal era la segunda autoridad, aunque el cargo representara a lo que hoy llamaríamos Jefe de Logística. Al igual que el Maestre debe tener un compañero de rango, función que se explica más adelante. El Mariscal es el comandante militar y por ende responsable del entrenamiento y la disciplina. Da las órdenes en cada jornada, aún en presencia del maestre.
En combate, el Mariscal es quien lleva el baussant como señal de reunión y cuando la caballería carga le corresponde hacer de punta de lanza. En ausencia del Maestre y del Senescal, corresponde al Mariscal celebrar el Capítulo. Cuando van armados «todos los hombres de la Casa están a las órdenes del Mariscal». No puede ser designado Comendador de una Provincia a menos que haya sido relevado de esas funciones. El Pañero se ocupa de la ropa de los hermanos, la indumentaria y la ropa de cama. Además debe «procurar que todos los hermanos lleven el pelo cortado honestamente».
Los Comendadores, especie de gobernadores zonales, tenían a su vez un Mariscal y un pañero bajo sus órdenes. Respondían al Maestre y al Capítulo General. Eran los tesoreros del convento. Todo lo ganado en la guerra debía ir a parar a sus manos para su postrer distribución y utilización según necesidades, excepto las armas y pertrechos de uso militar que se ponían a disposición del Mariscal. Estaban también bajo su jurisdicción todos los navíos atracados en el puerto de San Juan de Acre. En Jerusalén tenían a sus órdenes a diez caballeros para protección de los peregrinos, volviendo así a la primitiva función. Llevaban también animales y víveres adicionales para quienes lo necesitaran. Otra función es el privilegio de custodiar la Vera Cruz.
El gonfalón o Gonfaloniero era un sargento que mandaba a los escuderos y celebraba capítulo para juzgar y castigar sus faltas. A su vez el turcopliero hacía lo propio con los turcoples. Reportaba en forma directa al Maestre y al Mariscal. Se llamaba compañero de rango al caballero que debía acompañar, en temas de importancia, en todo momento y circunstancias al Maestre, Comendador o Bailío. Además de los caballeros la Orden tenía «sargentos», que eran combatientes no nobles y que combatían a la par de los caballeros. Se distinguían por el color de su túnica: mientras era blanca para los caballeros, era parda o negra para los sargentos. A los Capellanes les correspondía el cumplimiento de los deberes religiosos.
Eran elegidos, debían cumplir un noviciado con el Temple y si no conformaba su actuación podían ser despedidos. Otra categoría existente era la de Hermano Templario de Oficio (HTO) y como su nombre lo dice cumplían con las indispensables labores y abastecimientos en herrería, armas, carpintería, telares, etc Los escuderos cumplían la función tradicional del cuidado y portación de armas y el servicio de los guerreros. (Fuente: Los Caballeros Templarios. Dr. Horacio Della Torre) Víctor Hugo Bassino Gran Prior
No hay comentarios:
Publicar un comentario