El servicio de cajas de seguridad que en la actualidad brindan los bancos, tal como hoy se conoce, fue inventado por los templarios y no es tan moderno como algunos creen.
Los templarios admitían dinero, joyas y otros objetos de valor que eran guardados en cajas de madera en sus encomiendas con el nombre del que depositaba el valor, naturalmente, mediante el pago de una retribución que se acordaba con el titular de esta.
Este servicio era tan seguro que no sólo fue utilizado por todo el público que tuviera algo que guardar de la codicia de los ladrones, sino incluso por príncipes, grandes señores y reyes. El documento que damos ahora a conocer pertenece al rey Jaime I.
Archivo Histórico Nacional de Madrid, códice, 471, página, 124, documento, 119
Reconozcan todos que nos, Jaime por la gracia de Dios Rey de Aragón, de las Mallorcas, y de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel, y Señor de Montpellier, y nos la misma Reina Violante, condesa y señora de los mismos lugares, confesamos que hemos recibido y tenemos todas y cada una de las joyas que habíamos dejado en depósito en la casa del Templo de Monzón, reconociendo por nos y por todos los nuestros el gran favor que la casa del Templo y todos sus Hermanos nos ha prestado al tenerlas aquí depositadas. De forma que nunca podamos alguno de nos o de los nuestros demandar de nuevo las predichas joyas o algunas de ellas, ni culpar, gravar o incluso molestar a los Hermanos o algunos de los bienes del Templo en razón de la entrega de dichas joyas.
En el Archivo Histórico Nacional, libro I, página 221, fechado en Toledo el día 15 de junio de 1212, encontramos un privilegio del rey Pedro II, en el cual elige la seguridad ofrecida por la milicia del Temple para que sean guardados y custodiados por ellos los cuños que se empleaban para fabricar moneda jaquense, debiendo pagar el rey por este servicio de guarda y custodia dos dineros por cada marco de plata que se fabricase.
Ni que decir tiene que después de lo que llevamos visto, y por las fechas que traen los documentos mostrados, podemos considerar a los templarios como los pioneros de la banca actual. Ellos fueron los que hicieron posible que la «usura», considerada como pecado mortal, se convirtiera en algo normal, honesto, decente y decoroso porque, entre otros muchos servicios de necesidad para el ciudadano, daban la oportunidad para que mediante préstamos el ganadero pudiera comprar ganado, el agricultor semillas y aperos, el constructor contratar obreros... Pero todo ello, como era natural y lógico, previo pago de unos intereses tan elevados y gravosos como los que los bancos nos hacen soportar en estos tiempos.
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