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sábado, 13 de octubre de 2018

13 de octubre de 1307. Cae la Orden de los Templarios.

Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, presentó ante el papa Clemente V una denuncia contra la Orden del Temple formada por 127 puntos, entre los que destacaban la posesión de más poder y riqueza que la Iglesia, sus supuestas relaciones clandestinas con los musulmanes, los ritos de iniciación en los que se obligaba a los neófitos a cometer sacrilegio contra la cruz, asesinato de los que revelaban secretos de la Orden, profanación de los sacramentos y eliminación de palabras en la Consagración de la misa, sodomía y adoración de ídolos paganos. El viernes 13 de octubre de 1307, el rey ordenó detener a todos los caballeros templarios y el embargo de todos sus bienes y riquezas en sus dominios y Clemente V ordenó su detención en todo Occidente y en Chipre, y casi 600 caballeros fueron llevados a París para ser juzgados.


En 1309, algunos de aquellos primeros templarios detenidos se retractaron de las declaraciones iniciales, convirtiéndose en relapsos. En el Concilio de Vienne, en el año 1312, Clemente V dictó la bula Vox in excelso, por la que suprimió la Orden del Temple, quedando solo pendientes de sentencia los casos de sus cuatro más importantes dirigentes: Jacques de Molay, Geoffrey de Charney, Hugues de Pairaud y Geoffrey de Gonneville. Tras declararse inocentes, los dos primeros fueron quemados vivos frente a la catedral de Notre Dame de París ante todo el pueblo, en 1314. Jacques de Molay, maestre del Temple, murió tras lanzar una maldición contra los dos culpables de su detención, el papa Clemente V y el rey Felipe IV, instándolos a presentarse ante el Altísimo en menos de un año. Ambos murieron en pocos meses. La aparición de documentos que han permanecido durante 700 años ocultos en los archivos secretos del Vaticano muestran lo ocurrido en los juicios que se realizaron contra los templarios en el castillo de Chinon: en el tomo titulado Procesos contra Templarios, conocido como Pergamino de Chinon, el papa Clemente V concedió la absolución a los caballeros templarios reconociendo que no había motivos para su enjuiciamiento. Varias fueron las causas que llevaron a que una orden tan rica y poderosa desapareciera. Inicialmente, la Orden nació con el fin de preservar la religión católica y sus posesiones en el mundo. Sin embargo, cuando en el transcurso de la batalla de San Juan de Acre, en 1291, se perdieron las últimas posesiones cristianas en Tierra Santa, la razón de ser del Temple desapareció, y con todo su poder y riquezas se convirtieron en un peligro para el orden gubernamental del momento. Así lo temió Felipe IV, quien veía inmiscuirse en muchos temas a los caballeros templarios, quienes a su vez solo rendían cuentas al papa, siendo intocables para el propio rey. Por otro lado, tampoco sus hazañas eran bien recibidas entre el pueblo, pues suponían un coste extra que había de soportar, dado que las órdenes militares estaban exentas del pago de impuestos.

Felipe IV, además, odiaba a su gran maestre, Jacques de Molay, quien había accedido al puesto a costa de su gran amigo, Hugues de Pairaud. Pero fue el dinero el gran motivo que impulsó al rey francés a comenzar la campaña persecutoria contra los templarios. Las continuas luchas de Francia contra Inglaterra y Flandes estaban vaciando las arcas y Felipe IV andaba muy necesitado de dinero. Varias veces había tenido que solicitar préstamos a los templarios. Sus deudas con ellos aumentaban y eliminarlos suponía que automáticamente quedaran saldadas; además, cabía la posibilidad de apoderarse de todas las posesiones de los caballeros de la Orden. Clemente V fue una simple marioneta en manos del rey, por miedo a ser asesinado o arrinconado como lo había sido su antecesor Bonifacio VIII.

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