Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, presentó ante el papa Clemente V
una denuncia contra la Orden del Temple formada por 127 puntos, entre
los que destacaban la posesión de más poder y riqueza que la Iglesia,
sus supuestas relaciones clandestinas con los musulmanes, los ritos de
iniciación en los que se obligaba a los neófitos a cometer sacrilegio
contra la cruz, asesinato de los que revelaban secretos de la Orden,
profanación de los sacramentos y eliminación de palabras en la
Consagración de la misa, sodomía y adoración de ídolos paganos. El
viernes 13 de octubre de 1307, el rey ordenó detener a todos los
caballeros templarios y el embargo de todos sus bienes y riquezas en sus
dominios y Clemente V ordenó su detención en todo Occidente y en
Chipre, y casi 600 caballeros fueron llevados a París para ser juzgados.
En 1309, algunos de aquellos primeros templarios detenidos se
retractaron de las declaraciones iniciales, convirtiéndose en relapsos.
En el Concilio de Vienne, en el año 1312, Clemente V dictó la bula Vox
in excelso, por la que suprimió la Orden del Temple, quedando solo
pendientes de sentencia los casos de sus cuatro más importantes
dirigentes: Jacques de Molay, Geoffrey de Charney, Hugues de Pairaud
y Geoffrey de Gonneville. Tras declararse inocentes, los dos
primeros fueron quemados vivos frente a la catedral de Notre Dame de
París ante todo el pueblo, en 1314. Jacques de Molay, maestre
del Temple, murió tras lanzar una maldición contra los dos
culpables de su detención, el papa Clemente V y el rey Felipe
IV, instándolos a presentarse ante el Altísimo en menos de un año.
Ambos murieron en pocos meses. La aparición de documentos que han
permanecido durante 700 años ocultos en los archivos secretos del
Vaticano muestran lo ocurrido en los juicios que se realizaron contra
los templarios en el castillo de Chinon: en el tomo titulado
Procesos contra Templarios, conocido como Pergamino de Chinon, el
papa Clemente V concedió la absolución a los caballeros templarios
reconociendo que no había motivos para su enjuiciamiento. Varias
fueron las causas que llevaron a que una orden tan rica y poderosa
desapareciera. Inicialmente, la Orden nació con el fin de preservar
la religión católica y sus posesiones en el mundo. Sin embargo,
cuando en el transcurso de la batalla de San Juan de Acre, en 1291,
se perdieron las últimas posesiones cristianas en Tierra Santa, la
razón de ser del Temple desapareció, y con todo su poder y
riquezas se convirtieron en un peligro para el orden gubernamental
del momento. Así lo temió Felipe IV, quien veía inmiscuirse en
muchos temas a los caballeros templarios, quienes a su vez solo rendían
cuentas al papa, siendo intocables para el propio rey. Por otro
lado, tampoco sus hazañas eran bien recibidas entre el pueblo, pues
suponían un coste extra que había de soportar, dado que las órdenes
militares estaban exentas del pago de impuestos.
Felipe IV,
además, odiaba a su gran maestre, Jacques de Molay, quien había accedido
al puesto a costa de su gran amigo, Hugues de Pairaud. Pero fue el
dinero el gran motivo que impulsó al rey francés a comenzar la
campaña persecutoria contra los templarios. Las continuas luchas de
Francia contra Inglaterra y Flandes estaban vaciando las arcas y Felipe
IV andaba muy necesitado de dinero. Varias veces había tenido que
solicitar préstamos a los templarios. Sus deudas con ellos aumentaban y
eliminarlos suponía que automáticamente quedaran saldadas; además,
cabía la posibilidad de apoderarse de todas las posesiones de los
caballeros de la Orden. Clemente V fue una simple marioneta en
manos del rey, por miedo a ser asesinado o arrinconado como lo
había sido su antecesor Bonifacio VIII.
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